escritos políticos

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Al hilo del artículo de Sergio Pérez sobre Gilad Atzmon
La realidad y el deseo

El debate planteado por el director de Bósforo Libros, Sergio Pérez, con el artículo que publicó Rebelión el 6 de marzo de 2012 (*) nos parece muy interesante para aquellas personas que leen Rebelión en general, a Gilad Atzmon y, en particular, a sus críticos. Sin lugar a dudas, son los y las lectoras quienes deben tener la última palabra.

9 de marzo de 2012

El autor de la crítica plantea que los artículos de Gilad Atzmon rayan un racismo cercano al de los nazis, adolecen de arrogancia (chutzpah), dejan en segundo plano la cuestión palestina o solo la utilizan de modo «ilustrativo», no diferencian con claridad «“lo sionista” de “lo judío”» y que Gilad Atzmon trata de rehabilitar «la vieja y pútrida idea de que hay algo intrínseca, dañina e irreversiblemente diferente en “los judíos”, en “lo judío” o en “la judeidad” que merece ser reexaminado y sometido a debate».

No nos vamos a detener en las citas de Gilad Atzmon que encabezan el artículo ya que al estar fuera de su contexto hasta el propio autor de la crítica reconoce que «el lector hará bien en acudir a los artículos que se mencionan –y si es posible en su versión original inglesa – y comprobar por sí mismo, en el contexto, si hemos traicionado el sentido que estos fragmentos parecen tener descontextualizados».

Por nuestra parte no vemos qué tiene de «inconmensurable chutzpah» el afirmar: «A lo largo de toda mi carrera como escritor nunca he criticado a los judíos como pueblo, origen étnico o raza. Tampoco he criticado al judaísmo. Sin embargo, me permito [la cursiva es nuestra] escudriñar la ideología y la cultura judías. Argumento que si Israel se denomina a sí mismo el “Estado judío” y arroja bombas sobre civiles desde aviones decorados con símbolos judíos, tenemos el deber moral de preguntarnos en qué consiste la “judeidad”». ¿Qué tiene de engreído «escudriñar la ideología y cultura judías», siendo Atzmon un judío educado en la ideología y cultura judías de las que ahora se desvincula? Como señala Jean Bricmont, «¿Acaso no es una forma sutil de antisemitismo negar a un judío el derecho a indignarse en relación a sus orígenes, mientras que este tipo de indignación se admite e incluso se respeta cuando se trata de otros orígenes? […] ¿Es razonable, o incluso legítimo, tratar de bloquear determinados debates, por ejemplo, el de la significación y las consecuencias de la identidad judía, en nombre de la «lucha contra el antisemitismo»?» («À propos de Gilad Atzmon», http://www.info-palestine.net/article.php3?id_article=11420, la traducción es nuestra).

Y, por cierto, al título que Sergio Perez da de este artículo publicado en Rebelión y que ha rebosado el vaso de su paciencia («Gilad Atzmon responde a sus detractores sionistas y antisionistas») le sobra la «y». Esta «y» añadida cambia completamente el sentido del titular (véase http://rebelion.org/noticia.php?id=145684).

Respecto a que Gilad Atzmon no diferencia claramente lo judío de lo sionista (cuando el propio Gilad Atzmon afirma que «ninguno de nosotros sabe exactamente dónde termina la judeidad y dónde empieza el sionismo»), Sergio Pérez lo interpreta desde una impresión personal, como él mismo reconoce, parafraseando la cita de Atzmon: «Lo que quiere decir Atzmon es: “Ojalá no supiéramos dónde termina la judeidad y dónde empieza el sionismo”... »¿Y cómo sabe él lo que quiere decir Gilad Atzmon cuando este no lo dice y obviando todo lo demás que Atzmon sí dice al respecto? En sus escritos queda patente que la diferencia entre lo judío y lo sionista es uno de los temas que Gilad Atzmon más se esfuerza en analizar, diferenciar y aclarar, especialmente en su último libro. Lo hace, además, desde la autoridad de haber nacido en Israel y de haber sido educado en esta cultura, religión, ideología, política, espíritu e identidad, lo cual le da unos conocimientos no solo diferentes, sino también mucho más amplios que los que tiene la inmensa mayoría de sus críticos, al menos en este tema.

Sergio Pérez afirma que «Atzmon no escribe primeramente sobre la cuestión de Palestina» y que al rehabilitar la cuestión judía, al reflexionar sobre ello, «la opresión de los palestinos a manos del sionismo deviene materia secundaria en un marco primario de controversia sobre “lo judío”»: pues bien, tampoco vemos nada equivocado en ello ni en que siendo quien es, su principal preocupación y capacidad sea reflexionar sobre la identidad y la política de identidad judías. Lo cual no quita que, de hecho, denuncie constantemente los crímenes de Israel en Palestina, sin dejar de reconocer, además, que él no es quien deba decir a los palestinos lo que tienen de hacer ni cómo deben hacerlo, cosa que no siempre es el caso en el movimiento de solidaridad con Palestina.

Por último, después de señalar que los compañeros de la editorial Zero Books (que ha publicado su último libro en inglés, The Wandering Who?) se han desmarcado de Atzmon en una carta pública, Sergio Pérez parece desconocer el hecho de que el libro lo apoyan, entre otros, Richard Falk, John J. Mearsheimer, J. Petras, William A Cook y Jean Bricmont.

Hay algo intrínsecamente propio y diferente en «lo judío», como en cualquier otra ideología que se precie. También tienen mucho en común. El propio Gilad Atzmon lo indica en su libro mediante los planteamientos de otro intelectual-filósofo austriaco que levantaría ampollas y haría rebosar vasos de paciencia. El esfuerzo de averiguar lo intrínsecamente propio y diferente en «lo judío», el hacerlo sin miedo a las críticas y desde el conocimiento y las vivencias (la praxis) que le confieren una considerable autoridad sobre el tema, esto es precisamente lo que da una importancia sustancial a los argumentos en los escritos de Gilad Atzmon.

Partir de las diferencias para llegar a consensos, a lo que nos une, no es un error. El error radica más bien en lo contrario, aunque se haya universalizado como valor aquello de primar solo lo que nos une y ahorrarnos analizar las diferencias. Método poco científico pero muy cómodo y pacífico o pacifista que excluye automáticamente y de forma beligerante a todos y todas las que no cumplen con este método. Luego, cuando los bienavenidos pasan de las palabras a la praxis, el chasco es monumental y acaba en división y más división. ¿Dónde ha quedado el valor universal de la diversidad? Aprender a convivir y luchar, ni siquiera «a pesar de» sino «con» nuestras diferencias, es imprescindible para superar el divisionismo con el que nos vencen. Construyamos el tejado del consenso sobre las diferentes columnas de nuestra diversidad y no sobre un espacio sin contrastar con la realidad, un espacio virtual, un deseo. Es necesario analizar las diferencias si queremos que el tejado no acabe aplastándonos como losa en nuestra fosa llena de los gusanos de la «cristianidad». El deseo no es suficiente para sostener el consenso.

En lo judío hay, efectivamente, algo diferente, pútrido e incuso dañino y puede que sea irreversible. También lo hay en el cristianismo, en el capitalismo y en cualquier religión-ideología que haya creado daño, haya podrido y haya destruido irreversiblemente o lo este haciendo todavía en estos momentos. No podemos negarnos a analizar el burocratismo en el socialismo real si queremos construir otro mundo posible y necesario. Nos parecería un error considerar que sólo en el judaísmo no hay gérmenes que merezcan ser reexaminados y sometidos a debate para encontrar una salida a la extremadamente difícil y complicada resolución del problema sionista-judío-israelí con la tierra y los habitantes de Palestina. Bienvenido sea, pues, este intento de comprender para poder romper los círculos viciosos en los que está metida la «judeidad» y que impiden la paz, aumentan día tras día el sufrimiento y la miseria en Palestina, y ponen en peligro al mundo entero. No son suficientes los discursos teóricamente e «ideológicamente correctos» si luego solo se mira desde lejos cómo da vueltas el carrusel de la muerte para los palestinos y palestinas. Y no nos parece una buena solución mirar y criticar el dedo que señala este carrusel.

Desde luego debemos analizar y criticar los argumentos de los escritos de Gilad Atzmon. Encontraremos debilidades, equivocaciones y errores tanto cuando deduce desde algunos valores universales, a los que se agarra como clavo ardiente para huir de la cárcel que le supone la judeidad, como cuando induce desde el análisis de múltiples rasgos y aspectos, vivencias y conocimientos de la judeidad y los universaliza. Sin embargo, para aprender y consensuar es más importante sacarnos los propios gusanos de nuestra manzana podrida de la «cristianidad» capitalista y de sus valores universales, en los que tenemos tanta fe, e inducir, desde esta crítica, nuevos valores universales. Pero antes de imponer nuestra nueva inducida «universalidad» a otros es de recibo trabajar conjuntamente y consensuar constructivamente: «crítica por crítica y argumento por argumento» dejando ojos y dientes tranquilos. En la batalla de las ideas no son siempre solo los demás los que confunden al compañero con el enemigo y la realidad con su propio deseo.

En todo caso, como hemos señalado al principio, creemos que es a los propios lectores a quienes les corresponde decidir acerca de la presencia o no del supuesto antisemitismo, de la chutzpah , la toxicidad y ceguera en los escritos de Gilad Atzmon. El escritor y músico como persona no es ni ciego, ni tóxico, demuestra una admirable ausencia de chutzpah y, desde luego, es todo lo contrario a un antisemita. Lo que sí es muy cierto es el título del artículo de Sergio Pérez – que, lo reconocemos, hemos sacado de contexto – ya que todas estas características son una constante «en el discurso de la solidaridad con Palestina».

Por todos estos motivos, no tenemos intención de dejar de traducir sus escritos. Es más, recomendamos muy vivamente la lectura de sus artículos y de su último libro que publicará en breve Ediciones del Oriente y del Mediterráneo.

Bea Morales
Rebelión, 9 de marzo de 2012.